Las Primeras Encíclicas




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Las Primeras Encíclicas



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Rerum novarum

La palabra encíclica viene del griego egkyklios que quiere decir "circular".[1] La palabra se usaba antiguamente en la Iglesia para designar una carta de un obispo a su comunidad. Gradualmente se empezó a usar exclusivamente para las enseñanzas importantes del Papa. El primer escrito oficial de la Iglesia Católica sobre temas sociales fue la encíclica Rerum novarum, publicada por el Papa León XIII en 1891. El título, tomado de las primeras palabras del documento en latín quiere decir literalmente "cosas nuevas."  En uno de los primeros párrafos, el Papa establece su derecho y deber de tratar estos temas:


Confiadamente y con pleno derecho nuestro, atacamos la cuestión, por cuanto se trata de un problema cuya solución aceptable sería verdaderamente nula si no se buscara bajo los auspicios de la religión y de la Iglesia. Y, estando principalmente en nuestras manos la defensa de la religión y la administración de aquellas cosas que están bajo la potestad de la Iglesia, Nos estimaríamos que, permaneciendo en silencio, faltábamos a nuestro deber.[1]


Esta claro a través de toda la encíclica que el papa está preocupado por los problemas sociales de su tiempo, y en el mismo primer párrafo el explica lo que considera ser las causas principales de estos problemas:


Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores.[2]


Como hemos visto en secciones anteriores, los problemas de este tiempo fueron principalmente el resultado de la Revolución Industrial y la conglemoración de obreros en ciudades. Esta acumulación facilita la explotación, ya que siempre se encuentra alguien más desesperado que aguante los abusos.




Papa León XIII
Fuente de la foto: wikipedia
(domino público)

La Explotación del Obrero

Como vimos en la sección previa, el primer tema que este documento de León XIII analiza en detalle es la explotación de los obreros, e insiste en los deberes de los patronos hacia una solución.


Y éstos, los deberes de los ricos y patronos: no considerar a los obreros como esclavos; respetar en ellos, como es justo, la dignidad de la persona, sobre todo ennoblecida por lo que se llama el carácter cristiano... . Que lo realmente vergonzoso e inhumano es abusar de los hombres como de cosas de lucro y no estimarlos en más que cuanto sus nervios y músculos pueden dar de sí... Tampoco debe imponérseles más trabajo del que puedan soportar sus fuerzas, ni de una clase que no esté conforme con su edad y su sexo. Pero entre los primordiales deberes de los patronos se destaca el de dar a cada uno lo que sea justo.[3]


Uno de los abusos más comunes es el de los sueldos injustos: "defraudar a alguien en el salario debido es un gran crimen, que llama a voces las iras vengadoras del cielo." Y en esto cita la carta a Santiago (5:4) "He aquí que el salario de los obreros... que fue defraudado por vosotras, clama; y el clamor de ellos ha llegado a los oídos del Dios de los ejércitos".[4]


El Derecho a la Propiedad

Recordemos que esta encíclica fue escrita en los tiempos de auge de la argumentación socialista en contra de la propiedad privada. El papa continuamente mantiene una polémica contra esta alternativa, afirmando el derecho a la propiedad con palabras sacadas de Santo Tomás de Aquino y de von Ketteler, y siguiendo a estas fuentes, León XIII establece claramente que el derecho a la propiedad no es absoluto, sino que tiene también una función social:


Sobre el uso de las riquezas hay una doctrina excelente y de gran importancia... El fundamento de dicha doctrina consiste en distinguir entre la recta posesión del dinero y el recto uso del mismo. Poseer bienes en privado, según hemos dicho poco antes, es derecho natural del hombre, y usar de este derecho, sobre todo en la sociedad de la vida, no sólo es lícito, sino incluso necesario…Y si se pregunta cual es necesario que sea el uso de los bienes, la Iglesia responderá sin vacilación alguna: ‘En cuanto a esto, el hombre no debe considerar las cosas externas como propias, sino como comunes, es decir de modo que las comparta fácilmente con otros en sus necesidades.’[5]


Función del Estado

El Papa no acepta el principio de laissez faire, ("dejen hacer, dejen pasar") y reconoce la función económica del Estado:


Así, pues, los que gobiernan deber cooperar, primeramente y en términos generales, con toda la fuerza de las leyes e instituciones, esto es, haciendo que de la ordenación y administración misma del Estado brote espontáneamente la prosperidad tanto de la sociedad como de los individuos, ya que éste es el cometido de la política y el deber inexcusable de los gobernantes. Ahora bien: lo que más contribuye a la prosperidad de las naciones es la probidad de las costumbres, la recta y ordenada constitución de las familias, la observancia de la religión y de la justicia, las moderadas cargas públicas y su equitativa distribución, los progresos de la industria y del comercio, la floreciente agricultura y otros factores de esta índole, si quedan, los cuales, cuanto con mayor afán son impulsados, tanto mejor y más felizmente permitirán vivir a los ciudadanos. A través de estas cosas queda al alcance de los gobernantes beneficiar a los demás órdenes sociales y aliviar grandemente la situación de los proletarios, y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya.[6]


En la aplicación de esto, el documento implica sin detallar el principio de subsidiaridad que será destacado en la próxima encíclica: "No es justo... que ni el individuo ni la familia sean absorbidos por el Estado; lo justo es dejar a cada uno la facultad de obrar con libertad hasta donde sea posible, sin daño del bien común y sin injuria de nadie."[7]


El Derecho a Asociarse

León XIII defiende, como parte del principio de solidaridad, el derecho a asociarse, y especificamente cita el derecho de trabajadores a organizarse para defenderse mutuamente:


Los mismos patrones y obreros pueden hacer mucho en esta cuestión, esto es, con esas instituciones mediante las cuales atender convenientemente a los necesitados y acercar más una clase a la otra. Entre las de su género deben citarse las sociedades de socorros mutuos; entidades diversas instituidas por la previsión de los particulares para proteger a los obreros, amparar a sus viudas e hijos en los imprevistos, enfermedades y cualquier accidente propio de las cosas humanas; los patronatos fundados para cuidar de los niños, niñas, jóvenes y ancianos. Pero el lugar preferente lo ocupan las sociedades de obreros, que comprenden en sí todas las demás. [8]


En el siguiente párrafo el papa le da a las asociaciones una fundación bíblica, y afirma la naturaleza social de los seres humanos:


La reconocida cortedad de las fuerzas humanas aconseja e impele al hombre a buscarse el apoyo de los demás. De las Sagradas Escrituras es esta sentencia: «Es mejor que estén dos que uno solo; tendrán la ventaja de la unión. Si el uno cae, será levantado por el otro. ¡Ay del que está solo, pues, si cae, no tendrá quien lo levante!» (Eclesiastes 4:9-10)... En virtud de esta propensión natural, el hombre, igual que es llevado a constituir la sociedad civil, busca la formación de otras sociedades entre ciudadanos, pequeñas e imperfectas, es verdad, pero de todos modos sociedades. ... el constituir sociedades privadas es derecho concedido al hombre por la ley natural, y la sociedad civil ha sido instituida para garantizar el derecho natural... puesto que tanto ella como las sociedades privadas nacen del mismo principio: que los hombres son sociables por naturaleza.  [9]


Heinrich Pesch SJ

Una figura importante durante el período de transición entre las dos primeras encíclicas fue el economista jesuita Heinrich Pesch. Pesch escribió en 1905 el monumental texto Guía para Ensenar Economía (4000 paginas), en el cual cita a Rerum Novarum. La segunda encíclica, Quadragesimo anno, fue escrita principalmente por dos discípulos de Pesch, Oswald von Nell-Breuning SJ (1890-1991) y Gustav Gundlach SJ (1892-1963). Otro libro posterior, Ética y la Economía Nacional (1918) se dirige en más detalle a cuestiones morales. En este libro Pesch enfatiza el valor de la persona humana:


La noción de personalidad y los derechos del sujeto estan conectados con los objetivos del individuo y especialmente con los objetivos mas altos de la existencia humana... el ser humano, en contraste con cualquier elemento del mundo externo en que vive, se mantiene autónomo. Por lo tanto no puede convertirse en tan solo un medio al servicio de un poder terreno.[10]


El tema que se ha identificado mas con Pesch es lo que a veces se llama el "solidarismo", que incluye una clara definición del principio de solidaridad:


Cualquier política social dirigida a elevar las relaciones entre los distintos grupos a un nivel de reciprocidad y de genuina comunidad vital, encotrará firme apoyo en el cristiano principio de solidaridad, de cooperación en la común obligación al objetivo por el cual existe el estado, eso es, la responsabilidad solidaria de todos de buscar el bien común de la nación.[11]


Quadragesimo anno

La segunda encíclica, Quadragesimo anno(1931) fue publicada por el Papa Pío XI como conmemoración del aniversario de 40 años de la publicación de Rerum novarum. Pío XI empieza sus comentarios alabando la primera encíclica: "La encíclica Rerum novarum tiene de peculiar entre todas las demás el haber dado al género humano, en el momento de máxima oportunidad e incluso de necesidad, normas las más seguras para resolver adecuadamente ese difícil problema de humana convivencia que se conoce bajo el nombre de «cuestión social».[12] Pero también se lamenta de las críticas infundadas: "No faltaron, sin embargo... quienes mostraron cierta inquietud; de lo que resultó que una tan noble y elevada doctrina como la de León XIII, totalmente nueva para los oídos mundanos, fuera considerada sospechosa para algunos, incluso católicos, y otros la vieran hasta peligrosa."[13] Estas críticas han seguido acompañando las encíclicas sociales hasta nuestro tiempo.


La Función Subsidiaria

La contribución más importante de Quadragesimo anno fue el establecer oficialmente el principio de subsidiaridad:


Como no se puede quitar a los individuos y dar a la comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo e industria, así tampoco es justo, constituyendo un grave perjuicio y perturbación del recto orden, quitar a las comunidades menores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar y dárselo a una sociedad mayor y más elevada, ya que toda acción de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar ayuda a los miembros del cuerpo social, pero no destruirlos y absorberlos.[14]



Papa Pío XI
Fuente de la foto: wikipedia
(domino público)

En el próximo párrafo, el Papa por primera vez bautiza el principio, usando el termino de función "subsidiaria" que será utilizado de aquí en adelante como un principio.


Conviene, por tanto, que la suprema autoridad del Estado permita resolver a las asociaciones inferiores aquellos asuntos y cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo demás perdería mucho tiempo, con lo cual logrará realizar más libre, más firme y más eficazmente todo aquello que es de su exclusiva competencia, en cuanto que sólo él puede realizar, dirigiendo, vigilando, urgiendo y castigando, según el caso requiera y la necesidad exija. Por lo tanto, tengan muy presente los gobernantes que, mientras más vigorosamente reine, salvado este principio de función "subsidiaria", el orden jerárquico entre las diversas asociaciones, tanto más firme será no sólo la autoridad, sino también la eficiencia social, y tanto más feliz y próspero el estado de la nación.[15]


La "Dictadura" del Mercado Absoluto

Durante el tiempo de Pío XI, ya habían comenzado los argumentos contra la Doctrina Social Católica basados en nterpretaciones de las teorías económicas de Adam Smith. Pero también se habían demostrado las limitaciones de estas interpretaciones durante la "Gran Depresión" de la economía mundial durante la década de los 1930's. En su encíclica, el Papa ofrece una discusión muy completa sobre el correcto uso de la economía de mercado:


Pues de este principio, como de una fuente envenenada, han manado todos los errores de la economía "individualista", que, suprimiendo, por olvido o por ignorancia, el carácter social y moral de la economía, estimó que ésta debía ser considerada y tratada como totalmente independiente de la autoridad del Estado, ya que tenía su principio regulador en el mercado o libre concurrencia de los competidores, y por el cual podría regirse mucho mejor que por la intervención de cualquier entendimiento creado.


Mas la libre concurrencia, aun cuando dentro de ciertos límites es justa e indudablemente beneficiosa, no puede en modo alguno regir la economía, como quedó demostrado hasta la saciedad por la experiencia, una vez que entraron en juego los principios del funesto individualismo.


Es de todo punto necesario, por consiguiente, que la economía se atenga y someta de nuevo a un verdadero y eficaz principio rector. Y mucho menos aún pueda desempeñar esta función la dictadura económica, que hace poco ha sustituido a la libre concurrencia, pues tratándose de una fuerza impetuosa y de una enorme potencia, para ser provechosa a los hombres tiene que ser frenada poderosamente y regirse con gran sabiduría, y no puede ni frenarse ni regirse por sí misma.[16]


La libre concurrencia, contenida dentro de límites seguros y justos, y sobre todo la dictadura económica, deben estar imprescindiblemente sometidas de una manera eficaz a la autoridad pública en todas aquellas cosas que le competen.[17]


Peligros del Socialismo

También para este tiempo se habían dado a conocer los abusos del comunismo soviético, el cual  "enseña y persigue dos cosas, y no oculta y disimuladamente, sino clara y abiertamente, recurriendo a todos los medios, aun los más violentos: la encarnizada lucha de clases y la total abolición de la propiedad privada."[18] Pero a Pío XI también le preocupa el llamado socialismo "moderado," ya que las dos malas tendencias tienden a perdurar, y estos grupos "no renuncian ni a la lucha de clases ni a la abolición de la propiedad, sino que sólo las suavizan un tanto...[19] Ademas, la mayoría de estos grupos tienen una orientación materialista y dislocada:


Más aún, tan grande es la importancia que para ellos tiene poseer la abundancia mayor posible de bienes para servir a las satisfacciones de esta vida, que, ante las exigencias de la más eficaz producción de bienes, han de preterirse y aún inmolarse los más elevados bienes del hombre, sin excluir ni siquiera la libertad. Sostienen que este perjuicio de la dignidad humana, necesario en el proceso de producción "socializado", se compensará fácilmente por la abundancia de bienes socialmente producidos.[20]



[1] Catholic Encyclopedia

[1] Papa León XIII, Rerum novarum, Párrafo # 1.

[2] Ibid., Párrafo # 12.

[3] Ibid., Párrafo # 15.

[4] Ibid.

[5] Ibid., Párrafo # 17.

[6] Ibid., Párrafo # 23.

[7] Ibid., Párrafo # 26.

[8] Ibid., Párrafo # 34.

[9] Ibid., Párrafo # 35.

[10] Heinrich Pesch, S.J, Ethics and the National Economy, mi traducción (Norfolk VA: 2004), 40.

[11] Ibid., 54.

[12] Papa Pío XI, Quadragesimo anno, Párrafo # 2.

[13] Ibid., Párrafo # 14.

[14] Ibid., Párrafo # 79.

[15] Ibid., Párrafo # 80.

[16] Ibid., Párrafo # 88.

[17] Ibid., Párrafo # 110.

[18] Ibid., Párrafo # 112.

[19] Ibid., Párrafo # 116.

[20] Ibid., Párrafo # 119.